Hay algo que se repite.
Una pauta silenciosa, casi automática.
Llega el agobio, la duda, la inseguridad…
y aparece el impulso: “me apunto a otro curso”.
Otro curso.
Otro programa.
Otro pdf.
Otro grupo de Telegram que acabará silenciado en 48h.
Y no es que no quieras aprender.
Claro que sí.
Pero muchas veces, no es conocimiento lo que falta.
Lo que falta es otra cosa:
personas con las que pensar, compartir, vaciarte un poco y volver a sentir dirección.
Lo que falta es red.
Y cuando no hay red, lo suples con formación.
No es exceso de formación. Es hambre de conexión.
Vivimos en una época donde puedes saber TODO.
Hay cursos de todo.
Masterclasses por 7€, bootcamps por 700€, formaciones grabadas, en directo, en comunidad, en soledad…
Y muchas personas se apuntan sin preguntarse si eso que van a aprender realmente lo necesitan…
o solo están buscando no sentirse tan solas en el camino.
Porque emprender, liderar o incluso simplemente sostener una estructura… puede ser profundamente solitario.
Y ahí aparece la trampa disfrazada de oportunidad:
“Este curso seguro que me da lo que me falta.”
Spoiler: lo que te falta no es otro curso.
Lo que te falta es un lugar donde nombrar lo que ya sabes, revisar lo que ya haces y conectar con personas que también están buscando verdad, no solo facturación.
El exceso de teoría, sin acompañamiento, te paraliza.
Sí, lo sé.
porque lo veo cada semana cuando hablo con mujeres que siguen sin tener claro por qué están tan cansadas si se supone que “lo están haciendo todo bien”.
El conocimiento sin dirección se vuelve ruido.
Y el ruido, con el tiempo, se vuelve culpa.
Porque te repites: “Ya debería saber esto.”
“¿Por qué me sigo sintiendo así si me he formado tanto?”
“¿Cómo puede ser que con todo lo que tengo aprendido aún dude de mí?”
Y ahí es cuando te das cuenta de que lo que te falta no es otro máster, sino una comunidad lúcida y real.
Aprender está bien.
Pero compartir lo aprendido… te transforma.
No se trata de dejar de formarte.
Se trata de no usarlo como parche emocional.
Se trata de aprender a decir:
— “Esto ya lo sé.”
— “Esto lo estoy evitando.”
— “Esto me da miedo.”
— “Esto lo entiendo, pero no lo integro.”Y para eso, hace falta un lugar donde puedas hablar sin que te vendan una fórmula.
Un lugar donde tu forma de sentir también tenga espacio.
Donde tu forma de liderar no se mide en escalabilidad, sino en coherencia.